Hija natural de un escribano, la escritora vino al mundo en Antequera en 1576,
siendo educada por su tía Beatríz de Rivera y algunos preceptores -entre los cuales
se cuenta el horaciano Juan de Aguilar, al que se le considera su maestro- que
cuidaron de manera especial su formación en gramática y latín. Este interés por el
conocimiento de las lenguas clásicas originó la formación de un colectivo femenino
conocido en la época con el nombre de «las latinas», al que pertenecieron entre
otras Francisca Nebrija, Lucía Medrano, Beatriz Galindo y Lucía Sigea. La trayectoria vital e intelectual de Cristobalina Fernández de Alarcón corresponde a la de una
mujer del estamento social alto pero no necesariamente nobiliario, con una cierta
capacidad de acción y un aceptable reconocimiento en la esfera pública, avalado
desde las normas de la perspectiva de género y siguiendo los cánones de la época, por dos matrimonios: el primero, con un comerciante malagueño; el segundo con un estudiante de ascendencia portuguesa del que nacieron dos hijos. Tuvo una relación
platónica con el poeta de la escuela antequerana-granadina Pedro Espinosa, que le
inspiró su «Canción amorosa». Al enviudar, abandonó Estepa, donde había residido, para instalarse de nuevo en Antequera.
La obra de Cristobalina Fernández de Alarcón está vinculada a la escuela poética y literaria antequeranogranadina, que comparte temas
religiosos con profanos, descritos
de manera viva y colorista.
Como suele suceder cuando se trata de la producción literaria femenina, no es mucho lo que nos ha llegado de su obra. Su poema más famoso lo forman las quintillas que compuso al ser beatificada Santa Teresa en 1615.
Como suele suceder cuando se trata de la producción literaria femenina, no es mucho lo que nos ha llegado de su obra. Su poema más famoso lo forman las quintillas que compuso al ser beatificada Santa Teresa en 1615.
Pero la gloria de las Letras duró poco para las mujeres. El avance de la
Contrarreforma supuso un dique para la emancipación ilustrada. La muerte de
Cristobalina Fernández de Alarcón, acaecida el 16 de septiembre de 1646, podría
considerarse simbólicamente como broche de una etapa dorada para la literatura
femenina andaluza.
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